jueves, 28 de mayo de 2015

FRANCHUTEANDO 5/36: EL MERCADO

     Una de las cosas que más me gusta hacer cuando estoy en un sitio desconocido es, sin ningún lugar a dudas, ir al mercado. Suelo pasar primero por el súper para ver qué se cuece, si hay una variedad de productos muy diferente a la de mi zona, o no. Pero lo que realmente me encanta es pasar una mañana bien larga en el mercado tradicional, que en algunos sitios, como en la mayoría de las ciudades españolas, tiene un edificio ad hoc y está abierto a diario, pero que en otros se celebra únicamente al aire libre un día por semana, generalmente los sábados. Y hete aquí que la monitora del programa que estoy siguiendo, nos propone como actividad voluntaria ir al mercado el sábado por la mañana, así que allí que me apunté yo con un grupo de seis o siete yankies dispuestos a hacer de tripas corazón y probar quesos apestosos e hígados de pato... 
     Para mí la visita estuvo muy bien, probé crêpes, quesos, embutido y algunos platos preparados muy muy ricos, pero tampoco voy a decir que me sorprendiera enormemente, porque yo voy mucho a los mercados y porque entre gabachos e ibéricos no hay, en el fondo, demasiada diferencia culinaria. Pero con ellos... con mis yankcompies, en fin... fue muy gracioso... La verdad es que debo admitir que, en general, me parecieron abiertos y predispuestos, aunque algunas cosas les superaron un poco... 
     La mayoría no había visto nunca pollos, conejos, patos... enteros y con sus órganos, y este puesto les revolvió los crêpes a más de uno.... No sé qué les daba más tirria, si los conejos despellejados o el pato que estaba siendo limpiado y decapitado en segundo plano... 
     Entre ellos comentaban que no había necesidad de vender la carne así, que por qué no la mostrábamos troceada. Entonces yo les dije que todo lo que se mostraba se comía, y que a piezas uno no aprecia si el animal está bien fresco. Igual fui un poco cruel... ¡¡¡jajajajaja!!! poooooobres. Pero lo mejor vino cuando frente a la quesería se abrió la puerta de la cámara del carnicero y aparecieron cuartos de vaca colgados de un gancho... 
     Lástima que no pudiera fotografiar la cara que pusieron cuando me preguntaron qué era lo blanco que había sacado el carnicero de la cámara... y les expliqué lo que son los callos y cómo suelen prepararse en mi ciudad de origen del cual son plato típico... 

martes, 26 de mayo de 2015

FRANCHUTEANDO 4/36: DE CAMPUS Y CUARTOS DE BAÑO

     En muchas cosas me recuerda a mi campus, al mío, que siempre será el de la Complutense por mucho que terminara la carrera en otro y que ahora pertenezca a un tercero en discordia.
     Éste tiene también, como la mayoría (que no la totalidad) esos jardines taaaaan agradables entre las diferentes Facultades, bibliotecas, cafeterías y edificios administrativos.
     Con caminos que el primer día te parecen laberínticos y que al segundo ya conoces como la palma de tu mano y atraviesas como si tal cosa, casi sin reparar en que tienes suerte de estar rodeado de vegetación y no de cemento y ladrillo. 
     Me encantan estos caminos y estos recovecos entre las facultades, incluso atravesar vestíbulos de edificios para ir de un sitio a otro, de una facultad a otra, de una clase a otra. Pero lo que no me esperaba de un campus francés es que superara los cuartos de baño de mis recuerdos más mozos... 
     Yo flipé un poco el primer día... no tanto por la antigüedad, que eso puedo comprenderlo, y además ya sé que los gabachos son conservacionistas, como por la suciedad. Oiga no... ¡¡eso no hay por qué conservarlo!!
     La cara de los yankies... de verdad: no tenía desperdicio... y creo que sólo fue superada gracias a los conejos despellejados y los patos con cabeza detrás de los mostradores del mercado del sábado.... 

lunes, 25 de mayo de 2015

FRANCHUTEANDO 3/36: ODISEA CAFETIL

     Para el primer día tenía preparado un sobre de café chungo soluble, lo siento pero el café soluble me parece una asquerosidad sólo utilizable en caso de extremada urgencia y/o desesperación, da igual la marca, da igual el precio... El jueves fue uno de esos días de desesperación, de empezar en un sito nuevo, llegar tarde, encontrarse perdido y confuso... así que tiré de soluble y andando. 
    Obviamente, una de las primeras cosas que hice al llegar a la resi fue inspeccionar el menaje de cocina. La chica que me enseñó la habitación me dijo al abrir el armario, en una traducción casi literal: aquí tienes de todo lo que hace falta para cocinar. Le puse una sonrisa très polie pero la verdad es que por dentro me estaba descojonando riendo en serio... aaaaayyy si ella supiera... jajajajaja... 
    Entre los tres cazos, los dos escurridores, la sartén que se pega y los dos cuchillos de fruta que conforman la equipación de "todo lo necesario" para cocinar, no se encontraba, desde luego, una cafetera, ni siquiera una italiana pequeñita, o una americana de ésas eléctricas que hace aguachirri. Así que lo primero que hice al terminar las clases fue pasar por el súper más cercano y comprar café molido y filtros de dos tipos para intentar hacerlo de puchero, a la antigua usanza. Después de romper dos filtros grandes de los de cafetera y esperar tanto a que se colara el café que se quedaba frío, probé llenando éstos de infusión y echando el agua recién hervida encima.
     Desastre total porque el agua apenas se coloreaba, así que al final terminé utilizando estos filtros como colador, después de haber dejado el café en reposo en el cazo. Es una virguería considerable... pero el viernes pude desayunar con cierta dignidad, utilizando el cazo de la postguerra para la leche:
         Y la sartén que se pega para tostar un poco el pan...
    Lo malo es que saltó la alarma de incendios... tuve que abrir corriendo la ventana y ponerme a ventilar y hacer aspavientos con un trapo cerca del detector para que dejara de pitar como un loco... menos mal que no vino nadie a ver qué pasaba, y que justo al salir me topé con mi vecino de Idaho, que está en mi mismo grupo, y caminamos juntos hasta la facultad. 

domingo, 24 de mayo de 2015

FRANCHUTEANDO 2/36

     Los primeros días siempre son los peores... No sabes bien cómo llegar, qué te espera allí... no sabes cómo actuar, no conoces a nadie... y en casos como el mío de ahora, te limita también la lengua. 
     En tu país, en tu entorno más o menos conocido, preguntas a cualquiera por la calle, en una tienda, en un kiosko... Yo me perdí nada más salir... crucé el aparcamiento equivocado y caminé casi diez minutos en sentido totalmente contrario a la Facultad. Casas y más casas y sólo una parada de bus donde esperaban chavales de un liceo. Al final pregunté a un hombre que estaba abriendo su verja y me puso en dirección al campus. Pero una vez dentro del campus la cosa no fue mucho mejor... pasé por delante de varias facultades y edificios pero no daba ni a tiros con la mía, y venga caminos de grava y jardines (con conejitos y todo) pero ni rastro de alma humana, y ya me empecé a poner nerviosa, iba tarde, como quince minutos y mi grupo ya no estaría en la entrada, se abrían metido en algún aula y a ver cómo les encontraba. Por suerte vi una señora con pinta de profe, muy paja, que me acercó casi a la puerta. Una de las monitoras me estaba esperando y aún faltaba alguien más...por lo menos no era la úlllltima de todos (la española llegando tarde...aaajjjjj), así que respiré, pero me duró bien poco. Nada más entrar al aula me topé con treinta y tantas caritas juveniles y asutadillas, estaban pasando ya el test de nivel y la verdad es que, para qué negarlo, se me cayó un poco el alma a los pies... parecían mis alumnos y yo la profesora, pero es que las profesoras tampoco me pasaban la edad...si acaso andaban ahí-ahí. 
     Lo peor, sin embargo, vino en el descanso, después de las entrevistas orales, cuando me vi con ellos en el vestíbulo... hablando en quince o veinte acentos de inglés yankie (sorry....jajajaj) diferentes, sin saber qué decirles... Despúes de una visita por el campus que nos dejó a todos hambrientos y con los pies molidos, comí con un grupillo en el que encontré hueco en la mesa y en seguida me di cuenta de que todos estaban igual que yo, o peor... Ninguno se conocía de antes, cada uno venía de un Estado que es casi como un país diferente, y para muchos era la primera vez que viajaban tan lejos de casa e incluso que cogían un avión. En el fondo estaban más asustados y desorientados que yo, mucho más hundidos en lo desconocido y... la mayoría son taaaaan jovencitos, que casi me hicieron sentir ternura. 
     Para el final del día mis sensaciones ya habían cambiado bastante. Tenía mi horario, estaba en el grupo más alto de francés y confiaba en que la conexión a internet marchara al llegar a casa para poder contar todo esto a los míos y descansar de la tensión del primer día. 
     Lo de internet no lo conseguí hasta un par de días más tarde, y lo de descansar...con la almohada-saco-piedras y el colchón de espuma de medio palmo de grosor... como que tampoco. 

sábado, 23 de mayo de 2015

FRANCHUTEANDO 1/36

     Pues justo por hablar de casas… he aquí la morada que me dará cobijo los próximos 36 días. Tiene aproximadamente el tamaño de mi cocina…, pero no me esperaba otra cosa de una residencia universitaria y la verdad es que tampoco lo necesito. Echaré de menos, sobre todo, una terracita o un balcón donde salir a respirar o a tomar un café y, por supuessssssssssssto, mi cama, con sus almohadones y cojines mulliditos y su lucecita de lectura, pero sobreviviré… ¡¡en peores plazas hemos toreao!!
Ahora mismo me molesta el ruido de la nevera y los conductos de aire, que están, claro, a un par de metros de mi cama. Me preocupa no ser capaz de pegar ojo entre eso, el colchón cutre de espuma  y una especie de almohada de la postguerra que no sé ni cómo doblar. Lo de la equipación de la cocina mejor lo dejo para mañana, sólo remarcaré que NO hay cafetera… de ninguna clase, ni italiana, ni de émbolo, ni siquiera una eléctrica de ésas de filtros de papel que hacen un café asqueroso, así que el cazo y… vuelta al café de puchero.
     Pero lo peor… sin duda… es la incomunicación… He intentado con insistencia conectar el cable ADSL pero no hay manera, y mi teléfono, sin wi-fi, tampoco funciona, ni siquiera para recibir llamadas. Así que por el momento no tengo internet, ni skype, ni wassap, ni email, ni nada… y me produce una extraña sensación de soledad y de expansión temporal: es como si el tiempo corriera mucho más despacio, y como si todo el rato tuviera que pensar en qué hacer y concentrarme mucho en ello, porque nada va a interrumpirme mientras lo haga.

     Los primeros días en un lugar siempre son raros, incluso de vacaciones, que es un poco como voy yo a procurar tomarme esto, como unas vacaciones largas y útiles: útiles para mi francés, útiles para mi tesis, útiles para mi relación con la soledad, con la distancia, con los demás y conmigo misma (a ver cuánto me aguanto…jajajajaj). 

domingo, 17 de mayo de 2015

EN ESTOS MESES...PARTE IV: LA II GUERRA MUNDIAL

     Pues por ahí me ha dado hace unos meses sí... y todo porque al leer Tintín empecé a darme cuenta de lo poco que sabía sobre el siglo en el que nací, especialmente sobre la que se armó más o menos a mediados, o sea antes de ayer, y casi aquí mismo... a escasos kilómetros de mi casa y en el corazón de uno de los lugares en los que he vivido hace un par de años. 
     Empecé con esta serie documental de seis episodios que recopila imágenes de archivo, algunas de ellas inéditas, restauradas y coloreadas, lo que hace que, frente a las típicas imágenes en blanco y negro que hemos visto alguna vez y que casi parecen un montaje cinematográfico, cobren una realidad y una cercanía que dan escalofríos. 
     La verdad es que me pasé un par de semanas con algunas pesadillas nocturnas, a veces se me caían los lagrimones mientras veía ciertas imágenes, especialmente las del gueto de Varsovia, las de los pueblos franceses, alemanes, polacos... arrasados y con vacas medio moribundas deambulando entre tanques y cadáveres desperdigados, las de los campos de exterminio o las de trincheras del frente ruso salpicadas de cuerpos y miembros congelados.  
     Lo pasé un poco mal pero tuve que terminarlo porque tenía la extraña sensación de que si no lo hacía, la guerra se quedaría como inacabada en mi mente. 
     Es una serie dura pero la recomiendo vivamente, está muy bien hecha y da una visión histórica bastante profunda de los acontecimientos sin ser excesivamente prolija en batallas y eventos estratégicos. Es increíble ver las imágenes de Hitler y Himler así en color, tan reales y cercanas, de las multitudes jaleando con los brazos en alto o de las hileras de familias cargando sus pertenencias por los arcenes de las carreteras... parece inaudito que eso pudiera estar pasando de verdad, que personas que vivían exactamente igual que nosotros pero sin ordenadores ni móviles, se encontraran una mañana viviendo en el infierno. 
     También me enteré de algunas cosas que desconocía como el proyecto de los Lebensborn... espeluznante... 
     
¿Pero cómo se le pudo ir al mundo la olla de esta manera..? si se me permite la expresión... 
     Y lo último que estoy viendo, esto mucho más suave y agradable aunque no por ello menos interesante, es una teleserie francesa que narra la vida de los habitantes de un pueblo cercano a la línea que dividía la Francia ocupada por los nazis de la Francia aún libre, justamente durante los años de la ocupación, desde la entrada de las tropas hasta la caída completa del tercer reich (capítulos aún en realización).
     La serie va por la sexta temporada, que se terminará de emitir esta primavera, aunque contará con una séptima y última. Está muy bien hecha, con un buen asesoramiento histórico, y los personajes te terminan enganchando cada uno con sus bondades y sus miserias. 
     Lo más interesante es que se centra en personas de a pie y no en soldados o políticos, y en cómo se ven obligados en mayor o menor medida, a colaborar con el régimen de la ocupación unas veces, o a luchar en la resistencia otras. 
   También hay historias de amor... algo que a veces se nos olvida que ocurre también en las guerras, incluso entre bandos, en principio, enfrentados... 
Y personajes modestos pero fundamentales para que la historia tome (tomara) uno u otro camino...
     Las vivencias de los niños durante estos años duros y confusos, las explicaciones que los adultos les daban o que ellos mismos se formaban de lo que estaba ocurriendo, es de lo más bello y enternecedor de la serie. Gustave es mi personaje favorito. 
    Acabo de empezar la cuarta temporada y tengo que controlarme para dosificar los capítulos... porque estoy tan enganchada que los devoro uno tras otro... y como encima son en francés... pues súper excusa... 

martes, 12 de mayo de 2015

LO QUE HACE UNA CASA...

     Hoy hace justo dos años que me mudé a esta casa. Desde que soy independiente, más o menos la tierna edad de diecinueve añitos, he vivido en once casas diferentes de siete ciudades y cuatro países distintos. En algunas he pasado muy poco tiempo, como en la de mi verano bávaro o en la de aquella primavera larga y muy muy invernal cerquita de Frankfurt. En otras, como en la de Missouri, no llegué tampoco al año, pero se me hizo muuuucho más largo. Es curioso cómo de algunos periodos de tiempo guardamos una cantidad enorme de recuerdos y de otros mucho mayores apenas algunas trazas. 
     Pero bueno, de lo que iba a hablar hoy es de las casas, no tanto de los lugares y las vivencias que les rodean, sino de las casas en sí, de lo que suponen y lo que pueden llegar a cambiarnos la vida, el día a día, el estado de ánimo y hasta las ganas de levantarnos o no de la cama. 
     En las casas en las que he vivido he tenido de todo, desde una habitación compartida potrosa con vistas a un patio y una barra de ducha entre una pared y una estantería vieja como todo mobiliario, a un dúplex súper cuco, ardillas en el roble de la ventana de la cocina, e incluso vistas al mar (muy muy muuuuy forzadas, eso sí...) Pero lo que nunca había tenido hasta hace dos años era espacio:  tantísimo espacio. Mi salón de ahora tiene el mismo tamaño que una de las casas en las que más tiempo viví, casi cinco años, pero allí no tenía los casi tres metros al techo que tengo ahora, ni las dos puertas enormes a los balcones de la fachada principal. 
     Tampoco había tenido nunca un pasillo en mis casas previas, pues digamos que no había nada que distribuir, la mayoría eran estudios tipo tetris en los que cada centímetro tenía su cometido. 
     El caso es que en estos dos años mi vida ha cambiado mucho, muchísimo, casi diría que radicalmente, y todo ello a mejor. Ayer me paré a pensarlo y yo misma me sorprendí. Claro que esto no es obra de cuatro paredes y un techo, por supuesto, pero me parece que el estado de ánimo y de bienestar que me produce esta casa han contribuido mucho a la mejora de mi día a día, a la toma de buenas decisiones e incluso a una tranquilidad interior que me permite verlo todo con más claridad. 
     Tengo una cocina enorme, con espacio para almacenar mis tarros de conservas, mis cacharros de cocina o bidones de aceite y cajas de leche que antes no podía comprar aunque salieran mejor de precio porque, literalmente, no tenía dónde guardarlos. No tengo problemas con la colada, algo que antes me rompía muchísimo la cabeza y los nervios. Ahora tengo sitio para un tambor de detergente, para un cesto de ropa sucia y, lo que es más importante, para un tendal (imprescindible en un lugar donde llueve un día sí y otro también), además de balcones en los que extender sábanas, toallas y manteles los días que sale un poco el sol. 
     La colada era para mí una auténtica odisea, no digamos ya las coladas de ropa de cama..., y provocaba muchísimas peleas absurdas que ahora han desaparecido, además de una humedad constante en la casa y una horrorosa mezcla de olores a suavizante y guisos al chup chup... El tetris en los armario era algo terrorífico, y cualquier actividad como planchar, coser a máquina o incluso pasar la aspiradora, se convertían en una tarea ardua por el añadido de rompecabezas espacial que implicaban desde el minuto uno de actividad. 
     Aparcar el coche a menos de dos o tres manzanas llegó a ser un auténtico suplicio, sobre todo en una de las casas. Recibir visitas era poco menos que imposible (aunque increíblemente nos apañamos más de una vez...) Y por supuesto, por supuessssssssssto, jamás en mi vida había tenido un LAVAVAJILLAS. Tampoco los hornos, los fogones, o las duchas eran muy ortodoxas que digamos. 
     A la casa de ahora puedo sacarle también algunas pegas, y si fuera mía y no de alquiler, le haría algunos cambios bastante radicales. Pero en general es una casa digna, espaciosa, con luz natural, en la que puedo invitar a un buen número de amigos a cenar, preparar un cuarto para invitados, planchar en un rincón de la cocina o tomarme un café mirando al monte. 
     Aún tengo muchos rincones "sin acabar" porque la vuelta a la uni me robó mucho tiempo que dedicar a estas cosas. Pero aún así, cuando me despierto por las mañanas, especialmente los fines de semana en los que salgo a desayunar a la terracita, tengo la impresión de estar en una habitación de hotel, e incluso los hoteles que yo puedo permitirme empiezan a parecerme peores que mi propia casa... 
     No sé qué va a pasar cuando me marche de aquí y tenga que reorganizar todos mis numerorísimos muebles y enseres en otro lugar, pero si algo he aprendido en estos casi veinte años de cambios y mudanzas, es que el bienestar actual es lo que realmente importa, y que todo el tiempo y dinero que uno invierta en que la cotidianidad sea confortable son, sin duda, el tiempo y el dinero mejor invertidos del mundo. 

lunes, 4 de mayo de 2015

EN ESTOS MESES...PARTE III: TINTÍN

     Entre artículos, manuales, ensayos y otros productos académicos más o menos rolleros (además de unas cuantas novelas, claro...), estos meses se coló en mi mesilla de noche, mis trayectos interurbanos, mis esperas en estaciones y marquesinas, mi balcón, mi sofá... el reportero del flequillo tieso. Ya había leído alguna de sus aventuras de pequeña, pero ahora lo abordaba con muy diferentes ojos (quizá peores, no sé...) y muy diferentes intereses.
     Empecé por recomendación de la profe de francés, porque el verano pasado era de lo poco que podía leer sin morirme de aburrimiento o desesperación buscando en el diccionario (lo cual odio, dicho sea de paso) y seguí por otra recomendación muy distinta y por mera curiosidad.
     El caso es que en unos meses me leí toda la serie:
 Del primero....
Al último... (bueno pseudo último...)
Pasando por algunos de mis favoritos...
 Y en el camino pues... me fui viendo arriba...
Incluso en la cocina... jejejeje...
 Y ahora estoy aquí...
Aunque de aquí me he ido a otro sitio que es lo que conforma la PARTE IV...(próximamente)

    La verdad es que es un buen ladrillo y a ratos se me va la cabeza con tanta mezcla idiomática, pero me estoy enterando de cosas muy curiosas y, a través de la vida de alguien que vivió y dibujó a su manera el siglo pasado, estoy empezando a interesarme por su historia (escandalosamente ausente en el bachillerato de mi tiempo a excepción de la española "hasta" la guerra civil), que a veces se nos olvida (o se nos quiere olvidar) que es nuestra historia directa, la de hace dos días, la de nuestros padres y abuelos, que eran unos niños cuando se publicaban las tiras de Tintín,  y que no encontraban extraño que una azafata ofreciera cigarrillos a la entrada de un avión o que se cazara en la sabana como si tal cosa, por mencionar algunos detalles inocentes. 
     El caso es que quién sabe si no será éste mi próximo destino vacacional....
 On verra...