La verdad es que no es una gran hazaña hacerme lagrimear con un libro, con algunos incluso he llorado a raudales, con hipos y angustias, léase (nunca mejo dicho..jejejejejje) “La sonrisa etrusca” de Sampedro, “Cien años de soledad” de García Márquez o “La tregua” de Benedetti. Así que no, señores escritores, no es un logro reseñable porque lloro fácilmente con cualquier historia que me toque un poco y, dicho sea de paso, tampoco es difícil alcanzar mi sensibilidad. Hasta el punto, sí, de que he llorado cual madalena, o cupcake, que ahora suena mas in, con “One Day” de David Nicholls…sí, esa historia de la que acaba de salir una peli híper comercial y domingosobremesera, sí… Diré en mi favor que eran deberes de clase, pero la verdad es que da gusto hacer deberes así.

Entonces empecé a pensar en ella, qué le pasaría para llorar así, a dónde iría ahora, si su vida cambiaría por el motivo que provocaba aquel llanto, etc., etc., no pude quitarme la imagen de la cabeza en todo el día, y no pude dejar de preguntarme por nuestra reacción y nuestra educación ante las lágrimas. Pensé que debía haber hecho algo, ofrecerle un pañuelo de papel o algo así, que es lo que suele verse en las pelis, preguntarle si estaba bien, cosa absurda porque evidentemente no lo estaba, o tratar de confortarla de algún modo, cosa también absurda porque a ver cómo voy a confortar yo a una persona que no conozco y en un idioma que apenas si chapurreo para comprar el pan… Total, que no supe qué hacer, me quedé simplemente parada y pensativa: ¿por qué nos incomoda el llanto de un adulto? ¿por qué evitamos llorar en público incluso cuando la situación lo justificaría ampliamente? ¿por qué las muestras de tristeza y dolor están tan mal consideras en nuestra sociedad? ¿Por qué se supone que la manifestación abierta del dolor y la tristeza pertenecen exclusivamente al ámbito de lo privado y en lo público debe guardarse la emoción en pro de una supuesta sobriedad y entereza?
No...no tengo respuesta...así que...
Feliz fin de semana