Este libro me lo dejó hace poco una amiga. Yo
había visto la adaptación cinematográfica del libro más famoso de la autora “We
need to talk about Kevin” y no tenía ni idea de que la novela tuviera tintes biográficos
Me ha gustado porque el tema de la comida es
un tema, digamos, recurrente en mi
vida. Me gusta comer desde mucho antes de tener uso de razón. Recuerdo que
siemmmmmpre le preguntaba a mi madre de camino del colegio a casa "¿qué
hay de comer?” y que, mientras otros niños estaban totalmente absortos en el
juego, yo me impacientaba porque llegara de una vez la merienda. Me he puesto a dieta varias veces en mi vida, pero seriamente
diría que dos. Cuido mucho lo que como, lo que compro, lo que cocino y cómo lo
cocino, no me gusta la comida basura y no sufro por no poder comer un pastel
sino por no poder comer un platazo de paella.
Lo que no me ha gustado del libro es esta
visión que, a mí, me parece superficial y muy típica, de lo que es la gordura,
la obesidad. La idea de que un gordo lo es porque se ceba a madalenas y nata
montada, porque se pega atracones de dulce a cualquier hora. La idea de que la
obesidad se construye sobre la base de la frustración y la insatisfacción, de
los traumas infantiles de abandono, falta de atención, de amor…bla bla bla…
Qué fea y desafortunada es la portada de la versión en castellano de Anagrama. |
Sin embargo, he pasado un buen rato leyendo,
ha sido una lectura entretenida y me ha hecho pensar en mi propia experiencia
con la comida, en esa lucha constante por unos cuantos kilos de más. He reflexionado,
tal como hace la protagonista, sobre la relación entre esos kilos y la
felicidad, y la verdad es que he llegado a la conclusión de que la felicidad
que me produce tener un peso adecuado está bastante abajo en mi gradiente de
bienestar vital. Quiero decir que cuando pienso en las épocas de mi vida en que
he sido más feliz, o de las que tengo
recuerdos más agradables y vívidos, mi peso era dispar. Y cuando pienso en las
cosas que me hacen feliz, mi imagen y esa agradable sensación de ligereza
física (porque es muuuuy agradable), no están ni siquiera en el top ten, o justo justo. Pero me importa, porque una cosa es un ligero
sobrepeso, más por falta de ejercicio que por mala alimentación, y otra la
obesidad. Porque una cosa es llevar la 42 o la 44, y otra no poder comprarte
ropa donde todo el mundo, no caber en el asiento de un avión o evitar las
terrazas de los bares cuyas sillas tienen reposabrazos.
Y dicho todo esto...
Una cena muy atípica en mi casa, porque no soy nada de hamburguesas, no entiendo muy bien qué les ve la gente y ni siquiera me parecen una comida propiamente dicha, un plato, sino una especie de quitahambres excesivo.
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