lunes, 23 de julio de 2012

IDEALIZAR Y VALORAR

     Hace unos días me dijo mi cuñada que es una pena no disfrutar de lo que a uno le toca vivir en el presente, por anhelar una situación pasada o por idealizar un posible futuro. 
     Es una verdad como un templo, una buena reflexión y una excelente recomendación. Lástima que a menudo no esté en nuestras manos el control de nuestras emociones, al menos no totalmente. 
     De chavalita yo quería tener exactamente (bueno, aproximadamente) la vida que tenía, una vida diferente, distinta a la de mis compañeros de facultad que llegaban a casa a comer y tenían la mesa puesta y la ropa planchada. Yo hubiera pagado por eso algunos días, ésos en los que me dormía en las clases de antropología porque el cierre de la noche anterior se había alargado, en los que tenía que comer espaguetis fríos del tupper o levantarme a las siete para planchar en uniforme y poner la lavadora. Pero en general, salvo algunas situaciones duras, disfrutaba mi momento, me gustaba salir, entrar, ir, venir... sin otra autoridad que mi propio criterio y sin otra limitación que el escasísimo sueldo que ganaba. Cambiarme de ciudad, irme a vivir en pareja, terminar mi carrera a distancia... todo ello fueron cambios excitantes que seguían haciendo mi vida poco convencional. 
     Sin embargo, a pesar de lo que a menudo se suele oír, las personas sí cambiamos, y lo que antes nos ha alimentado, puede llegar a envenenarnos. 
     Yo no diría que estoy envenenada, pero sí cansada, y ese cansancio me lleva a idealizar el tipo de vida que mi cuñada denominaba "de señora" por contraposición a lo que consideraba "de chavala". Desde una se idealiza la otra, y viceversa. 
     Es cierto que mi vida sigue siendo más bien una vida de chavala, pues aunque tenga ya hace mucho terminada mi carrera, siempre estoy metida en cursos, oposiciones (las malditas oposiciones...) e idiomas. No tengo hijos, y como llevo ya bastante en el paro, puedo acompañar a mi querido allende los mares. Sin embargo, la realidad es que ya no soy una chavala, o al menos que, poco a poco... voy dejando de serlo.       
     Cada día valoro más tener una vida mínimamente ordenada y rutinaria, una de esas vidas en las que te levantas a la misma hora cada mañana, vas a la compra los martes y meriendas con tus amigas los jueves por la tarde. Una de esas vidas en las que te estableces en un lugar, pintas a tu gusto las paredes del pasillo y sabes que toda salida de esa rutina terminará de nuevo ahí, en esa vida diaria ordenada, estable y, hasta cierto punto, predecible. 
     Así dicho puede sonar a rollo macabeo, y quizá es cierto que yo lo estoy idealizando sólo porque no lo tengo, pero creo que hay un momento en que uno necesita una cierta estabilidad, un anclaje en algo... o se empieza uno a volver tarumba... 
     Bien pensado...yo estoy tarumba hace ya bastante, jajajajajaja, y soy plenamente consciente de que los consejos cuñadiles tienen su aquél. 
     La estabilidad, el orden y la predictibilidad son meras fantasías mentales... pero son fantasías que el cerebro crea por necesidad, para no volverse completamente loco. 
     Seguiremos luchando entre la locura y la cordura, aceptando que la vida es un aquí y ahora, por mucho que las neuronas se afanen en demostrarnos lo contrario. 
Las fotos son del paseo en bici de ayer, con su consiguiente merienda biergartiana. Me pedí un Auszogne, que es una especie de donut gigante sin agujero. La masa es idéntica a los pepitos de crema que comía yo de pequeña (mmmm...qué recuerdos me trajo), pero no está relleno de nada, y la parte central, al ser más fina, está crujiente. 

FELIZ COMIENZO DE SEMANA

2 comentarios:

  1. Jo majos como os poneeeeiiiisssss!!!! Bsss
    Feliz cumple al mariden!
    Mas besos

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  2. Eeehhhjejejejje... se hace lo que se puede... :D
    35 castañuelas el mozo...ahí es ná!!!

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