Ayer, para qué vamos a negarlo, tuve un día horrible... uno de ésos que desearías, no ya borrar u olvidar, sino rebobinar y volver a vivir de la forma correcta, como debía de haber sido y no como realmente fue...
He de aclarar que, de entrada, detesto las peluquerías. El olor a amoniacos y lacas me tira para atrás, odio que me toquen el pelo y la cabeza (bueno, y que me toquen manos extrañas en general). Sufro cuando no me peino yo misma, con cada uno de los pelos que noto que me arrancan o veo que caen al suelo, con cada bocanada de aire caliente que me enchufan mechón a mechón y con ese olorcillo a lana quemada que deja la tortura calórica a que someten las cabelleras.
Suelo llevarme un libro para que capten la indirecta de no darme la brasa: unas veces funciona, otras no. Y siempre, sieeeeeempre, se me hace eterno el tiempo que estoy allí y salgo pensando que, al menos, no tendré que volver en los próximos cinco o seis meses. En ese tiempo me corto yo misma el flequillo y, a menudo, también las puntas, hasta que el corte ha perdido la forma y las capas han desaparecido y ya es ineludible volver. El color jamás me lo he dado en la peluquería y ni me lo planteo... sólo de ver las cabezas mechosas de las peluqueras... se me aparecen como imágenes de cubetas con tonos rojizos y mechas tabaco... ¡¡¡aaaaaahhhhhh!!!
Sólo recuerdo haber salido medio contenta de la pelu un par de veces en mi vida (y mi boda, por supuesto, no fue uno de ellos). Pero ayer... ayer la cosa pasó de castaño oscuro...
Digamos que yo entré con el pelo por la cintura y el flequillo de Patricia Conde.Y quería salir con un repasito de puntas y capas y el flequillo de Alexa chung.
Pero después de una hora de machacamiento capilar y estupefacción creciente ante el espejo, salí con una melenita que cae un poco por los hombros y el flequillo... ¡¡¡ay, ay ay el flequillo!!! Que ni en la kale borroka lo llevan así ya... es tan horrible que casi ni me acuerdo de haber perdido la mitad de mi melena.
(y si al menos yo tuviera esta cara... pues ni tan mal...)
Según salí a la calle me calcé el gorro hasta las cejas, y cada que vez que pasaba delante de un escaparate iba creciendo en mí una sensación... cómo lo diría... una mezcla de impotencia y sed de venganza, de indignación y rabia contenida.
Porque yo, que esto es lo mejor de todo, me había decidido a ir a la pelu en plan premio, después de una tarea muy ardua que había ido posponiendo y que conseguí hacer bien. Me dije... "bah...no seas rata... que treinta euros tampoco son para tanto, y para cómo está ya el pelo... sin forma ni nada... peor no te lo pueden dejar..."
¡¡¡Ingenua de míííííí!!! ¿pero cómo pude bajar así la guardia? Me quise premiar por haber sido capaz de enfrentarme a algo chungo y... ¡¡¡zas!!! lo verdaderamente chungo me estaba esperando en las manos de una psicópata tijeril...
Sé que sólo es pelo, que crece, que no es nada importante, y que además, la imagen es algo muy subjetivo. Pero no es subjetivo que la peluquera asesina me cortara como a ella le diera la real gana y encima tuviera que soltarle 33E por darme un disgusto, joderme la tarde, la semana y parte del mes (y a dios gracias que me crece el pelo rápido).
Y digo yo... si tú vas a una tienda pidiendo un pantalón verde ¿aceptarías salir con una falda roja? Puede que te la encasquetaran en un principio, pero si realmente tú tienes claro que lo que quieres es un pantalón verde, entonces vas y devuelves la falda. El problema es que aquí ya nadie puede devolverme mi pelo y, lo más indignante de todo, es que parece que tienes que pagar y callar, aunque estés totalmente descontenta con lo que te acaban de hacer. Porque no, no soy la única que calla y aguanta los abusos de las tijeras. Sé que a muchísima gente le pasa igual y que nadie, o nadie que yo conozca, se atreve a enfrentarse y negarse a pagar. Como mucho a decir con franqueza que no te gusta y que no te ves bien... pero irte sin pagar... no... eso ya son palabras mayores... y lo cierto es que no deberían serlo. ¿Por qué no nos atrevemos?
Yo tengo muchísimas ganas de plantarme allí ahora mismo y pedir que me devuelvan, cuanto menos, mi dinero, porque mi pelo y el disgusto ya es imposible. Pero ¿qué pasaría si lo hiciera...? ¿qué cara me pondrían? ¿qué me dirían...?
Por favor... ¡¡¿¿por qué no nos rebelamos ya contra los abusos peluqueros??!! ¿¿por qué tenemos que pagar por algo que nos disgusta?? ¿¿por qué tenemos que aceptar esta tiraníaaaaaaaaaaaaa??
¡¡FELIZ MIÉRCOLES!!
(pero ni se os ocurra ir a la pelu...)
Cómo me identifico contigo!!
ResponderEliminarA mi me pasó este verano que me quise hacer las mechas californianas. Yo las quería con mucho contraste, las puntas muy rubias rubias, le llevé hasta fotos de cómo las quería... pero nada, mi gozo en un pozo, me empezó a decir que tanto contraste me iba a ver rara, bla bla bla.. y pensé lo mismo que tú, a ver yo soy la que paga no? por qué no me pueden hacer lo que yo pida? si me queda bien o mal es mi problema!!! en fin al final unas mechas californianas imperceptibles y 60€ menos en el bolsillo... te da mucha rabia e impotencia y me fastidió muuucho pagar, así que sí deberíamos rebelarnos un poquito y que nos hagan lo que pedimos que no somos niñas pequeñas...
un beso!
rcoraworld.blogspot.com.es
Me ha pasado tantas veces...La última de las veces volví y se lo dije a la tipa.
ResponderEliminarAdemás esa mania que tienen de hacerte tirabuzones, que te dejan como Shirley Temple. Que hasta les llevé una foto para que me hicieran ondas y la tia ya me queria atacar con la tenazilla....le frene, le mire y le dije tranquilamente..
"ondas, no tirabuzones"
Afortunadamente en mi peluqueria me tienen pillado el punto y no se suelen confundir, bueno, mas bien no les dejo dar un tijeretazo de mas..