Por fin estoy auténticamente de vacaciones. Después de casi dos años seguidos de curro mental bastante intenso y del desgaste físico que acompaña (madrugones, tupper en ristre, tren, bus, metro y más tren, bus y metro, cocina, casa, compra y más cocina, casa y compra, etc...), ya era hora de tumbarme a leer a la bartola...
Más concretamente, a la sombra del jazmín y la buganvilla después de largas y tardías sobremesas.
De pasarme el día en remojo entre cloro y salitre.Y de cenar, muuuuuy entrada la noche, cosas que no puedo hacer habitualmente en mi cocina de casa.
Estoy intentando no pensar demasiado en la vuelta a la rutina y en el nuevo curso, al menos no de forma angustiosa, sino al contrario, concentrándome en las cosas nuevas que me esperan, o en el nuevo enfoque que les quiero dar a las de siempre. Ya veremos... ahora toca seguir sin preocuparse demasiado por nada.
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