Siempre lo he dicho y, de momento, y a pesar de no estar ya imbuida por la dinámica académica, lo mantengo: el año nuevo no pinta nada en Enero, debería celebrarse cuando realmente acontece, es decir, en Septiembre.
El fin del verano es lo que verdaderamente marca un cambio, tanto fisiológica como socialmente, hasta el cuerpo parece estar preparado para un cambio de alimentación (típica dieta postvacacional) y la mente se abre a nuevos proyectos. ¿Ocurre esto en Enero?
Pues a mí, personalmente no. En Enero uno no puede decidir estudiar una carrera, por mucho que esté entre los clásicos propósitos de año nuevo. Bueno, decidirlo, lo puede uno decidir, pero hasta que pueda matricularse y comenzar el curso, tal propósito puede haber pasado a mejor vida…y algo parecido ocurre con dietas, ejercicio…la cercanía de la primavera es un aliciente engañoso…la pérdida de kilos para la llegada del verano, suele estancarse con barbacoas, helados, pic-nics y demás, y un propósito realmente firme en cuanto a alimentación y deporte, ha de pasar por la prueba de fuego de la Navidad, para afianzarse de manera verdaderamente contundente y esperanzadora. Lo demás…baratillo del año nuevo de pego que es el primero de Enero…


Para las condenadas a mantener una vida estudiantil de por vida, dado que el intento por ser funcionaria es más bien un reto omnipresente, está claro que el comienzo de año es SEPTIEMBRE, de propósitos e incluso dietas...más que nada por todas las horas que sujetas el culo a tu silla de estudio. En enero lo que debe proceder es que el genio nos conceda el deseo clave: SER FUNCIONARIAS y comenzar los años como "dios" manda, en ENERO,jeje.
ResponderEliminarBesos. Carmen
Bueno, a mí la verdad es que me parece una condena bastante afortunada:"condenado a estudiar", "condenado a aprender"...qué maravilloso castigo...Lo malo es cuando el estudio no implica aprendizaje...como es el caso de las oposiciones, que no es otra cosa que engullir y repetir datos atragantadamente... !y encima engorda!
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